Durante décadas, la gestión de riesgos en viajes ha seguido un enfoque geográfico. Se trataba de identificar en un mapa qué países representaban una amenaza por conflictos armados, brotes sanitarios o disturbios civiles. Sin embargo, esa mirada tradicional ya no alcanza para entender la complejidad actual de los desplazamientos globales.
Hoy, el riesgo no depende únicamente del destino. Depende también—y sobre todo—de la persona que viaja. En este contexto, la inteligencia artificial (IA) está empezando a transformar radicalmente el modo en que el sector turístico gestiona la seguridad de sus viajeros, según plantea Suzanne Sangiovese, directora en Riskline, en un análisis publicado esta semana.
Riesgos personales que el mapa no muestra
Los modelos tradicionales de evaluación de riesgos se han basado durante años en perfiles genéricos: un turista, una mujer, un ejecutivo. Pero las personas no son etiquetas simples. Son individuos con capas de identidad que afectan directamente su nivel de exposición al peligro.
Por ejemplo, una consultora joven, LGBTQ y con destino a Emiratos Árabes Unidos enfrenta una vulnerabilidad que va mucho más allá de la categoría “mujer viajera”. De forma similar, un directivo frecuente puede estar lidiando con una enfermedad crónica no visible, o un técnico con pasaporte iraní que viaja a Israel no enfrentará los mismos riesgos que su colega británico en la misma ruta.
Estos matices no se reflejan en los mapas de calor habituales de riesgo, pero pueden marcar la diferencia entre un viaje sin incidentes y una situación de peligro real. Es aquí donde la IA irrumpe como una herramienta clave para cambiar la perspectiva.
De alertas reactivas a previsiones personalizadas
En el modelo clásico, las alertas de seguridad solían llegar tras los hechos: un aviso de atentado, una notificación de disturbios. La IA, sin embargo, introduce un enfoque más proactivo. Gracias a su capacidad de analizar datos en tiempo real—como noticias, redes sociales o patrones de movilidad—es posible anticiparse a potenciales disrupciones y rediseñar itinerarios antes de que el riesgo se materialice.
Pero la innovación más potente no reside solo en anticipar, sino en personalizar. Una ciudad puede parecer segura para la mayoría, pero no para alguien que, por religión, identidad de género o nacionalidad, puede ser objeto de discriminación o persecución. La IA permite adaptar las alertas a esos factores específicos, ofreciendo información cifrada, privada y contextualizada.
En este cambio de paradigma, la seguridad deja de ser genérica para volverse profundamente individual.
La IA no sustituye al juicio humano
Pese a sus capacidades, la inteligencia artificial no es infalible. Puede identificar patrones de riesgo, pero no percibe el miedo ni entiende la intuición humana. Un distrito señalado como “seguro” estadísticamente puede resultar inquietante para quien camina solo de noche. Y aunque maneje datos complejos, no siempre logra captar matices culturales o señales sutiles que impactan en la percepción de seguridad.
Además, su funcionamiento depende de una variable crítica: los datos personales. Para que la IA funcione bien, necesita acceso a información sensible como nacionalidad, identidad de género, condiciones médicas o preferencia sexual. Este punto plantea una tensión ineludible entre eficacia y privacidad.
Algunas soluciones emergentes proponen carteras digitales seguras para viajeros, donde estos datos se almacenen de forma local, encriptada y accesible solo por sistemas verificados. En cualquier caso, el desarrollo de estas tecnologías debe ir acompañado de principios sólidos de ética, transparencia y control por parte del usuario.
El nuevo rol de los travel managers
La automatización de tareas mediante IA también está redefiniendo el papel de los profesionales que gestionan viajes corporativos. Ya no se trata solo de coordinar traslados y alojamientos, sino de tomar decisiones estratégicas, garantizar la protección del viajero y actuar cuando los sistemas automáticos no sean suficientes.
Se requieren nuevas habilidades: conocimiento tecnológico, capacidad de análisis y liderazgo frente a situaciones complejas. El valor del juicio humano sigue siendo insustituible en este escenario.
Fragmentación: una barrera persistente
A pesar del potencial transformador de la inteligencia artificial, su despliegue aún se ve limitado por un problema estructural: la fragmentación del ecosistema de viajes. Travel managers, proveedores, aseguradoras y plataformas tecnológicas operan muchas veces en silos, sin una conexión fluida entre sistemas.
Esto puede derivar en fallos críticos. Un viajero puede recibir una alerta de IA sobre riesgos en su hotel, pero si la herramienta de gestión de itinerarios no lo reconoce o la política corporativa no permite cambios, el resultado es una brecha de seguridad evitable. La tecnología no falla: falla la coordinación.
La oportunidad de liderar un cambio ético
En mercados como Estados Unidos, el uso de inteligencia artificial en la gestión de viajes corporativos crece con rapidez. En 2024, el 82 % de las empresas ya había adoptado herramientas de IA, frente al 69 % del año anterior. Sin embargo, el desafío no es solo adoptar tecnología, sino aplicarla con responsabilidad.
Según Sangiovese, el verdadero liderazgo implica invertir no solo en herramientas, sino en el ecosistema que las rodea: gobernanza de datos, formación de los viajeros, supervisión humana y políticas éticas claras.
No se trata de enviar más alertas, sino mejores alertas: precisas, contextualizadas y oportunas. Comprender quién está en riesgo es tan importante como identificar el riesgo en sí.
Una nueva mirada sobre la seguridad
El uso de IA en la gestión de riesgos representa un avance necesario para un sector que cada vez se enfrenta a entornos más volátiles y viajeros más diversos. Las empresas turísticas que asuman esta transformación con una visión ética y colaborativa no solo protegerán mejor a sus clientes: también construirán relaciones de confianza y estarán mejor preparadas para liderar el futuro.
En definitiva, esta no es una historia sobre algoritmos. Es una historia sobre personas reales, que enfrentan riesgos reales, y que por fin empiezan a ser vistas en toda su complejidad.
Información original en PhocusWire.