Hablar de sostenibilidad en el sector turístico implica, cada vez más, hablar de tecnología. Y pocas compañías están en una posición tan transversal para hacerlo como Amadeus, uno de los grandes proveedores tecnológicos del ecosistema global de los viajes. Con más de 400 millones de reservas procesadas al año y una relación directa con aerolíneas, agencias, empresas y viajeros finales, la compañía tiene una capacidad de impacto que va mucho más allá de sus propias emisiones.
En esta entrevista con Smart Travel News, Lucas Bobes, Group Environmental Officer de Amadeus, analiza el papel de la tecnología como palanca real de sostenibilidad, el estado actual del combustible sostenible de aviación (SAF), los retos regulatorios, la importancia de la medición homogénea y la necesidad urgente de colaboración entre actores para afrontar un problema que, por definición, es global.
Desde la eficiencia operativa a la reducción de emisiones
La aproximación de Amadeus a la sostenibilidad parte de una premisa clara: la tecnología aporta valor cuando mejora la eficiencia operativa, y esas mejoras suelen traducirse también en beneficios medioambientales. En el caso de la aviación, pequeñas optimizaciones pueden generar impactos muy relevantes en términos absolutos.
Bobes pone un ejemplo cotidiano para cualquier viajero frecuente: el tiempo que un avión pasa rodando por pista antes de despegar debido a la congestión aeroportuaria. “Coordinar mejor la información entre los distintos actores del aeropuerto puede reducir significativamente esos tiempos”, explica. Menos minutos de espera se traducen en menor consumo de combustible, menos emisiones, menos retrasos y una mejor utilización de la infraestructura. Una situación claramente “win-win” para aerolíneas, aeropuertos, pasajeros y entorno.
Este tipo de soluciones ya están operativas en aeropuertos europeos como Múnich o Copenhague y reflejan bien la filosofía de Amadeus: actuar sobre procesos críticos del viaje para lograr mejoras operacionales que, de forma directa, reducen el impacto ambiental.
SAF: potencial enorme, adopción limitada
Si hay un elemento que concentra gran parte del debate sobre descarbonización de la aviación es el Sustainable Aviation Fuel (SAF). Desde que IATA lo identificó como la principal vía para reducir emisiones en el corto y medio plazo, aerolíneas, reguladores y proveedores tecnológicos han intensificado sus esfuerzos en este ámbito.
Desde Amadeus, el enfoque es claro: facilitar el uso del SAF por parte del viajero final de forma voluntaria, integrándolo en los procesos de compra y distribución. Para ello, la compañía trabaja tanto con aerolíneas como con canales de venta, permitiendo que viajeros particulares y corporativos puedan añadir SAF a sus billetes.
Sin embargo, la adopción sigue siendo baja. Bobes identifica dos grandes barreras. La primera es el precio: el SAF sigue siendo entre tres y cinco veces más caro que el combustible convencional, lo que dificulta una adopción voluntaria masiva. La segunda es la falta de claridad regulatoria y de un mercado verdaderamente transparente.
En este contexto, la comunicación juega un papel clave. “Si el viajero no percibe claramente el retorno de su contribución, es difícil que esté dispuesto a asumir ese sobrecoste”, apunta. De ahí la importancia de ofrecer información comprensible, fiable y comparable en el momento de la decisión de compra.
Regulación, pero con visión global
Europa ha asumido un papel de liderazgo en materia de sostenibilidad y reporte, con iniciativas como la CSRD o los objetivos de uso de SAF. Sin embargo, Bobes advierte de los riesgos de avanzar de forma fragmentada.
“El cambio climático es un problema global. El CO₂ no entiende de fronteras”, subraya. Regular de forma local puede generar distorsiones competitivas e incluso efectos contraproducentes desde el punto de vista ambiental, como desvíos de rutas o escalas intermedias para eludir regulaciones más estrictas.
Uno de los grandes retos actuales es la falta de un sistema homogéneo para el cálculo de emisiones por pasajero. Dependiendo de la metodología utilizada, un mismo vuelo puede arrojar resultados muy diferentes. Esto dificulta tanto el reporte corporativo (especialmente en alcance 3) como la comprensión por parte del viajero final.
En este ámbito, Bobes destaca el trabajo de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) para avanzar hacia metodologías comunes, transparentes y comprensibles, un paso imprescindible para que la sostenibilidad sea medible y comparable.
SBTi y coherencia interna
Amadeus validó sus objetivos climáticos con Science Based Targets initiative (SBTi) el año pasado, y los ha tenido que recalcular recientemente tras varias adquisiciones. Aunque sus emisiones directas e indirectas son relativamente reducidas en comparación con las aerolíneas, la compañía considera clave predicar con el ejemplo.
El foco interno está en el uso de energías renovables, la eficiencia energética de oficinas y proyectos como el uso de energía geotérmica en su gran centro de desarrollo de Niza, donde trabajan unos 5.000 empleados.
Más allá del impacto cuantitativo, Bobes subraya la dimensión cultural. “Nuestro principal activo es el talento. Y cada vez más personas quieren trabajar en empresas que se tomen la sostenibilidad en serio”, afirma. En este sentido, las iniciativas internas refuerzan la credibilidad de Amadeus como actor comprometido con la transformación sostenible del sector.
Colaboración como condición indispensable
Si hay una idea que atraviesa toda la conversación es la necesidad de colaboración. Ningún actor del ecosistema puede abordar en solitario un reto de esta magnitud.
Amadeus procesa más de un millón de interacciones diarias con viajeros, lo que le da una enorme capacidad de distribución de información. Pero no pretende ser quien calcule el impacto ambiental de los viajes. Para ello, colabora desde hace años con la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), utilizando su calculadora oficial de carbono.
“La OACI tiene la legitimidad y la neutralidad. Nosotros tenemos la capacidad de llevar esa información al viajero final a escala masiva”, explica Bobes. Sin esta colaboración, ninguna de las dos organizaciones podría cumplir ese objetivo de forma eficaz.
El mismo principio aplica a ámbitos como la multimodalidad, donde integrar distintas opciones de transporte puede reducir significativamente el impacto ambiental de los desplazamientos puerta a puerta.
Un reto transversal para todo el turismo
Aunque la aviación concentra gran parte de la atención, los desafíos afectan a todo el sector: aerolíneas, agencias, hoteles, destinos y empresas tecnológicas. Cada uno con realidades distintas, pero todos dependientes de estándares comunes, datos fiables y decisiones informadas.
Para Bobes, el sector necesita primero acordar el punto de partida: cómo se mide, cómo se informa y bajo qué reglas se compite. A partir de ahí, la innovación y la competencia pueden acelerar la transición hacia un modelo más sostenible.
La tecnología, concluye, no es la solución por sí sola, pero sí una herramienta imprescindible para hacer visible el impacto, orientar decisiones y escalar soluciones. Y, sobre todo, para demostrar que sostenibilidad y eficiencia no solo pueden ir de la mano, sino que deben hacerlo si el turismo quiere seguir creciendo en el largo plazo.
